abril 28, 2008

Una de dos

Amaos los unos
encima de los otros.
Facultad de Letras,
París. 1968 (Último Round).



¿Tú crees que el asunto sea: libertad = soledad? Y mira que no hablo de LA LIBERTAD y LA SOLEDAD, sino de unas más cotidianas y manejables.

Yo un día, tuve una libertad pequeñita, cabía en la palma de mi mano, era como roja, más bien anaranjada y era el centro de atención en todos lados. Me la llevaba en la bolsa y, a veces (cuando ella estaba de buenas y yo no estaba cansado), tomábamos café juntos o nos sentábamos en la plaza a escuchar la calle.
Aunque casi siempre era simpática, más bien “curiosa” (despertaba la ternura de la gente “grande”), era una pésima compañía en los cines y en los salones de clase.

Una vez, en una reunión de ex alumnos, le dio por pararse en medio de la mesa y ponerse a gritar frases celebres: “¡Ya basta!”, “¡Mejor morir de pie que vivir de rodillas!”, “¡Perdónalos padre porque no saben lo que hacen!”… cosas así. Era más bien ególatra y bastante intolerante.

En cambio la soledad (aunque era más grande) era tímida hasta la náusea. Le gustaba despertar de madrugada y quedarse muchas horas en el limbo. Lectora de Borges, adicta al cigarro, era más bien aburrida o tal vez, “interesante”.

No cabía en la bolsa de mi pantalón y cuando la llevaba a la calle era inevitable que la viera todo el mundo y que despertara los más largos discursos, y consejos bien intencionados: “¡Dale hombre que la vida sigue!”, “No es tan importante”, “M’hijo ¿por qué no te consigues una novia?”. Cosas así.

Un día, en una reunión de inversionistas irlandeses, le dio por ir de silla en silla, despertando a todas las soledades de todos los ejecutivos. Hubo llanto, abrazos, lástima colectiva… Incluso uno de ellos (de mancuernas doradas y pañuelo blanco) llamó a su madre para disculparse por no sé qué mal entendido acerca de abono para tulipanes.

La cosa se puso buena (“bárbara”, dirías tú). Todas las soledades llenas de nostalgia en la mesa y la libertad pequeñita que gritaba desde la bolsa de mi pantalón: “¡Ya basta!”, “¡Levántate y anda!”.

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