abril 27, 2008
Lágrimas
Buélco lloraba desconsolado sentado sobre sus manos y dejando caer gruesas gotas de lágrimas sobre mi escritorio. Las lágrimas olían como a sandía y Buélco estaba anaranjado como una calabaza.
-¿Qué tienes?- Pregunté realmente preocupado.
-Hoy lo vi- Dijo -Era alto, tenía piernas, pero estoy seguro de que era un Buélco-
Yo lo puse en mi mano y le regalé muchas almendras para consolarlo.
(Pero me alegré secretamente. ¡Sabía que aún con piernas se puede ser un Buélco!).
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1 comentario:
Y no sabes cómo me hubiera gustado consolarlo a él también... No sé si sea tarde (siempre es tarde): Algún buen día veré a Búelco.
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